domingo, 9 de septiembre de 2012


DE IMITATUS A ADEPTUS
  
Estos son conceptos que se manejan en algunas logias esotéricas rosacruces y gnósticas. Se dice que el iniciado debe dejar de ser “imitatus” para pasar a ser “adeptus”. Se define “imitatus” como “aquel que otros han puesto en el camino” y “adeptus” como aquel que “conquista la ciencia por sí mismo, el hijo de sus obras”.

En este artículo iremos un poco más allá de estas definiciones para poder dar un aporte al pasaje de uno al otro. Veamos primero cuáles son las características del “imitatus”
 
            Lo primero es el seguimiento doctrinal. Es evidente que el imitatus es un seguidor, una persona adoctrinada que responde a la vida de acuerdo a patrones cerrados establecidos. Se maneja desde el miedo y la búsqueda de seguridad en lo que el entiende es su verdadera doctrina. No solo eso sino que además no es capaz de generar algo nuevo en su vida, constantemente repitiendo como un loro los parámetros de lo que ha aprendido resulta un sujeto insoportable para los demás, a menos que su público sea parte del adoctrinamiento colectivo.

            Obviamente el imitatus no sabe quien es, de lo contrario no sería un imitador. Desconoce su verdadero ser y está más preocupado en cumplir y hacer cumplir con los preceptos de su doctrina que en descubrirse en su totalidad.  De manera que podemos afirma que esta persona no ha cumplido con el primer precepto básico de las enseñanzas esotéricas: “el estudiante debe ver por sí mismo”. La contradicción es que esta persona repite la doctrina que en realidad no cumple.
            
            El Adeptus sí ha visto por él mismo. Esta es la primera gran clave para poder iniciar un camino real. ¿Cuántas enseñanzas de las que leemos hemos vivido de verdad? La mayoría de las cosas no han sido vivenciadas en su totalidad. Entonces podemos decir claramente que el primer paso para pasar de Imitatus a Adeptus es reconocer lo que realmente sabemos y lo que no. Desnudarnos totalmente, ser absolutamente sinceros y dejar de repetir como loros lo que creemos que es la “verdadera doctrina”.

            Una vez que el estudiante entra en ese momento de desnudez intelectual y emocional entonces está listo para “ver por sí mismo”, antes no.

            Debe ahora dar un paso más, interiormente hablando, reconocer su naturaleza original. Aprender a saborear-se. Degustar el sabor de su naturaleza mágica y divina. Normalmente el Imitatus piensa y siente según la comunidad espiritual en la que se mueve. Sin embargo en eso el Adeptus está bien claro, piensa y siente según su naturaleza original.

            Para esto es necesario haber conectado con el Supremo Corazón del Cielo, y eso no es ni más ni menos que nuestro Cielo personal, totalmente individual. No hay comparaciones o semejanzas con lo que otra haya vivenciado, de esta manera podemos afirmar que somos incomparables.

            No es lo que dijo un maestro, lo que se leyó en un libro ni lo que se supone tiene que ocurrir. Es lo que es para la vivencia de cada uno.

            Un Adeptus es alguien que ha construido su propio mundo, ha madurado y salido de la visión del colectivo para encontrar su propia visión. No es que sea una persona aislada y separada del resto, todo lo contrario. La individualidad implica el no estar dividido, tener la conciencia de la interdependencia y al mismo tiempo la conexión con la particularidad del ser.

            Una de las definiciones de la palabra “mago” que más me gustan es esta: “el constructor del mundo pequeño”. El mago es entonces el creador de un microcosmos. Debe aprender a unir el Sol y la Luna, que son el Propósito y la Naturaleza Mágica.

            El Propósito es lo que los taoístas llaman Designio Celeste, los hindúes llaman Dharma, los druidas llaman Dan, etc.  La Naturaleza Mágica está en el sentir y en el fluir del lado femenino del ser. Uniendo ambas cosas el Adeptus logra encontrar su particularidad, su forma especial en la cual el Supremo Corazón del Cielo puede expresarse.

            Que todos podemos ser entonces ese “creador del mundo pequeño”.

Atentamente

Daniel Curbelo